El club de la medianoche by Christopher Pike

El club de la medianoche by Christopher Pike

autor:Christopher Pike [Pike, Christopher]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9786075576428
editor: Océano Gran Travesía
publicado: 2022-08-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 5

Por la mañana, Ilonka abrió los ojos y se quedó mirando el techo durante mucho tiempo. Durante ese tiempo apenas tuvo un pensamiento, excepto que su cabeza se sentía extrañamente llena. Se preguntó por un instante si sería a causa del trago de vino que había bebido la noche anterior. Finalmente, se dio la vuelta para ver cómo estaba Anya. Anya siempre se despertaba antes que ella, e Ilonka solía encontrarla leyendo por la mañana.

Su compañera seguía profundamente dormida, boca arriba.

Ilonka miró el reloj. Vaya, las diez de la mañana. Si alguna vez hubo dos dormilonas, ésas eran ellas. Ilonka siguió mirando fijamente a Anya. En verdad estaba durmiendo profundamente, se mantenía tan inmóvil. Ilonka se sintió nerviosa al ver lo inerte que estaba.

—¿Anya? —la llamó—. ¿Anya?

No hubo respuesta. Ilonka se sentó lentamente, sus ojos nunca dejaron la cara de su amiga.

—¿Anya? Son las diez de la mañana. Despierta.

Inmóvil como un maniquí. Anya apenas respiraba.

—¿Anya? —Ilonka se acercó a su cama y sacudió a la chica—. Anya.

No, no apenas. No, para nada. Anya había dejado de respirar.

—¡Anya! —gritó Ilonka.

Frenética, palpó el cuello de la chica en busca de pulso.

Nada.

—¡Anya! —Ilonka la sacudió con fuerza y el cuerpo de la pobre chica se balanceó de un lado a otro como una bolsa de ropa vieja. La ventana de su habitación estaba rota, unos pocos centímetros; el rugido del oleaje podía oírse a lo lejos. La habitación estaba fría; la piel de Anya también lo estaba, tan fría como el suelo desnudo. Su amiga llevaba muerta varias horas. No había posibilidad de resucitarla, y no era que el personal del Centro lo intentaría de cualquier forma. Ellos se encontraban en un lugar de descanso, a la espera de morir. La única manera de salir oficialmente de allí era partir para siempre.

Las lágrimas anegaron los ojos de Ilonka.

—Anya, no —susurró abrazándola, sosteniéndola, besándola.

Era inevitable, ella lo sabía, todos irían por ese camino tarde o temprano. Sin embargo, Ilonka estaba aturdida por la conmoción. Era como si no hubiera sabido nada de la muerte hasta ese momento. Ya echaba de menos a Anya.

Después de un rato dejó a su amiga y bajó las escaleras tambaleándose hasta el consultorio del doctor White. El caballero estaba saliendo de su habitación cuando vio a Ilonka. De inmediato corrió a su lado. Ella se dio cuenta de que no llevaba bata.

—Ilonka… —dijo— ¿qué pasa?

—Anya murió durante la noche.

El doctor White la abrazó.

—Lo siento. ¿Sigue en su cama?

—Sí.

—Déjame ir a verla.

Ilonka lo dejó ir.

—Iré con usted —le dijo.

—¿Estás segura?

—Sí. Debería… ayudar a cuidarla.

Ilonka había dejado a Anya con los brazos cruzados sobre su pecho. El doctor White llevó su mano a una muñeca y comprobó si tenía pulso. Al no encontrarlo abrió uno de sus ojos y lo miró. Ilonka apartó brevemente la cabeza. Por último, el gentil hombre puso la palma de su mano en la frente de la chica, sin duda para percibir la temperatura de su cuerpo.

Su cadáver.

Eso es lo que era ahora. No una persona.



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